lunes, 3 de octubre de 2011

Discusiones eternas


Lo interesante de los filósofos es entenderlos como hombres cercanos a nosotros que caminan a nuestro lado, que podrían hoy tomarse un colectivo, salir de paseo, o encontrarlos tomando un café en pleno centro mendocino. 
 
No es habitual tener conversaciones profundas. Discutimos mucho en nuestros tiempos, pero esas discusiones pueden parecer irrelevantes. Si nuestras disidencias pasan por si es mejor Ríver que Boca, si el más grande de Mendoza es Godoy Cruz o Independiente, o si el color de la temporada es rojo o violeta, no obtenemos otro placer que argumentar por argumentar sin fundamentos ni razones que la propia subjetividad. Porque en definitiva quién es de Ríver lo seguirá defendiendo aún descendido a los infiernos y quién gusta de la ropa roja le interesará un rábano que se esté usando el violeta como color de moda.

Sin embargo estas superfluas discusiones nos muestran un arte asentado en la naturaleza humana desde sus orígenes remotos. El ser humano gusta de defender sus ideas, argumentar a su favor y sentir la libertad de sentirse poseedor y dueño de lo que piensa. 

Los antiguos filósofos griegos también discutían de pequeñeces, y así vemos que griego Aristófanes, en su comedia las nubes, coloca en tono de broma las discusiones filosóficas de la época sofista pero termina interpelando al público que no se discuta sobre la justicia y la injusticia porque todos somos injustos y ninguno está en derecho de pregonar qué cosa es la justicia. Las pequeñeces podían transformarse en grandes discusiones e intentar cambiar el mundo aún desde la comicidad y la risa.
Es mi intención acercarles en mis próximas entradas blogeras las discusiones filosóficas clásicas y mostrar cómo siguen estando presentes en los problemas de nuestro tiempo. Quizá podamos pensar otros espacios, otros tiempos y otras maneras más humanas de ver la vida y lo que nos rodea.

Pronto nos encontraremos con las discusiones modernas. Un saludo a todos.

Rubén



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