Una de las cuestiones más discutidas en Filosofía es acerca del Ser.
Por qué el ser y no la nada. Por qué existimos.
La existencia, especialmente la propia, encuentra todo su sentido cuando la enfrentamos a la muerte. Somos, pero es posible que en cualquier momento no seamos más.
Quizá la experiencia más paradigmática, aunque no la única, sea la del Psiquiatra Víctor Frankl que desde un campo de concentración pudo elaborar no solamente una terapia sino una Filosofía de Vida.
Veamos uno de los capítulos de "El hombre en busca de sentido" (Herder 1991) algunas afirmaciones que nos hacen reflexionar sobre lo que la vida espera de nosotros.
Siempre que era posible, en el campo de concentración se aplicaba algo que podría
definirse como los fundamentos
de la psicoterapia o de la psicohigiene, tanto individual como
colectivamente. Los esbozos de psicoterapia individual solían ser del tipo del
"procedimiento para salvar la vida".
Dichas acciones se emprendían por regla general con vistas a evitar los suicidios. Una
regla del campo muy estricta prohibía que se tomara ninguna iniciativa tendente
a salvar a un hombre que tratara de suicidarse. Por ejemplo, se prohibía cortar
la soga del hombre que intentaba ahorcarse, por consiguiente, era de suma
importancia impedir que se llegara a tales extremos.
Recuerdo dos casos de suicidio frustrado que guardan entre sí mucha
similitud. Ambos prisioneros habían comentado sus intenciones de suicidarse
basando su decisión en el argumento típico de que ya no esperaban nada de la vida. En ambos casos se
trataba por lo tanto de hacerles
comprender que la
vida todavía esperaba algo de ellos.
A uno le quedaba un hijo al que él adoraba y que estaba esperándole en
el extranjero. En el otro caso no era una persona la que le esperaba, sino una
cosa, ¡su obra! Era un científico que había iniciado la publicación de una
colección de libros que debía concluir. Nadie más que él podía realizar su
trabajo, lo mismo que nadie más podría nunca reemplazar al padre en el afecto
del hijo.
La unicidad y la resolución que diferencian a cada individuo y
confieren un significado a su
existencia tienen su incidencia en la actividad creativa, al igual que la
tienen en el amor.
Cuando se acepta la
imposibilidad de reemplazar a una persona, se da paso para que se
manifieste en toda su magnitud la responsabilidad que el hombre asume ante su
existencia.
El hombre que se hace consciente de su responsabilidad ante el ser
humano que le espera con todo su afecto o ante una obra inconclusa no podrá
nunca tirar su vida por la borda.
Conoce el "porqué"
de su existencia y podrá soportar casi cualquier "cómo".
Creo que de esta gran reflexión sobre la propia experiencia podemos quedarnos con aquella frase tan sublime: Qué espera la vida de Ti.
Por eso no importa por lo que estés pasando, bueno o malo, triste o alegre, sino que siempre colma tu interior de esperanza, pensando que la vida está esperando de Ti lo mejor que puedes darle: Tu mismo.
Nos vemos en la próxima entrada.