sábado, 21 de marzo de 2009

La objetividad a la hora de enseñar

A la hora de enseñar, de vivir ese momento pedagógico extraordinario donde podemos compartir lo más humano: conocimiento y afectividad, se nos plantea cómo ubicarnos objetivamente para que nuestros alumnos y alumnas puedan pensar por sí mismos, sacar sus propias conclusiones sin sentirse presionados por la autoridad moral del docente. El siguiente texto de Max Weber nos puede dar luz al respecto. Es un deber ético que tenemos ante la presencia personal de nuestros alumnos y alumnas.

Max Weber

El debate acerca de la objetividad

Weber distingue con nitidez entre conocer y valorar, entre juicios de hecho y juicios de valor, entre lo que es y lo que debe ser. Para él la ciencia social es objetiva, en el sentido de que busca la verdad, trata de poner en claro cómo ocurrieron los hechos y por qué ocurrieron de esa forma y no de otra. La ciencia explica, no valora. Dentro de la obra de Weber esta postura asume dos significados: uno de orden epistemológico, consistente en la defensa de la libertad de la ciencia con respecto a valoraciones ético-político-religiosas (una teoría científica no tiene por qué ser católica, protestante, liberal o marxista); el otro es de orden ético-pedagógico y consistía en la defensa de la ciencia ante las aberraciones demagógicas de los «socialistas de cátedra» (Schmoller, por ejemplo), que subordinaban el valor de verdad a valores ético-políticos, subordinando la cátedra a los ideales políticos.

Una vez dicho esto, quizás resulte oportuno mencionar con brevedad las consideraciones que formula Weber acerca de la objetividad: a) el profesor debe saber con claridad cuándo hace ciencia y cuándo está haciendo política; b) dado que el estudiante -al menos en aquellos tiempos-no constituía un auténtico interlocutor, Weber se pregunta si el inculcar desde la cátedra (apelando al propio carácter de científico) las ideas políticas de quien enseña, sin que exista la posibilidad de contradicción, no esconde en realidad un atropello; c) una vez admitida la distinción entre ciencia y política, Weber afirma que, por ejemplo, un anarquista, que niegue por principio la validez de las convenciones y del derecho, puede ser un excelente profesor de derecho, justamente porque su intuición puede servirle para problematizar concepciones que pasan por evidentes ante los ojos de los demás juristas. Por tal motivo Weber se opuso a sus colegas que se rehusaban a confiar una cátedra a profesores socialistas o marxistas; d) lo que Weber no tolera es que se considere como verdad científica lo que no es más que una opinión personal o subjetiva; e) si se admite la especialización universitaria y la libertad de opinión, Weber no comprende cómo es posible que un profesor experimente la necesidad de inculcar en el aula a sus alumnos, además de la materia específica que constituye el objeto de su enseñanza, una concepción del mundo; no se da la especialización en profetismo pedagógico; f) el profesor que emite al mismo tiempo análisis rigurosos y juicios de valor personales logra el éxito pero menosprecia a sus oyentes; en efecto, es muy fácil jugar a hacer de reformador cuando uno no tiene que enfrentarse con las fuerzas y tensiones reales que hay que reformar; g) cuando los alumnos están obligados a guardar silencio (o un silencio relativo, por el temor al examen) constituye una falta de respeto y de lealtad ante ellos el hacer ostentación de las propias características y preferencias personales; h) dado que la cátedra no permite que haya paridad entre los interlocutores, una mínima honradez exige que el profesor que desee propagar sus ideales emplee los medios que se hallan a disposición de todos los ciudadanos: reuniones públicas (donde no se está protegido de una posible contradicción), la adhesión a una organización, a un círculo de pensamiento, a un partido, la utilización de la prensa, las manifestaciones en la calle, etc.; i) el profesor, cuando ocupa la cátedra, debe estar al servicio de la verdad y no de los grupos de poder o de los grupos de presión; j) si se piensa que el aula es un lugar de debate ideológico, entonces habría que conceder el mismo derecho a los adversarios; el aula no puede ser una asamblea en la que sólo uno tome la palabra; k) si durante una clase el profesor no puede dejar de formular valoraciones, entonces debería tener la valentía y la probidad de indicar a los alumnos lo que es un razonamiento meramente lógico o una explicación empírica, y qué es lo que corresponde a apreciaciones personales y convicciones subjetivas; l) en esencia, el profesor no debe aprovecharse de su posición de profesor para efectuar propaganda de sus valores; el profesor tiene dos deberes: primero, ser científico y enseñar a serlo a los demás; segundo, tener el valor de poner en discusión sus propios valores personales, haciéndolo donde se puedan discutir efectivamente, y no donde se puedan contrabandear con facilidad. Por este motivo, Weber desdeñó en su vida académica la tan fácil formación de grupúsculos de amigos de un catedrático, grupúsculos de amistad que perjudican la formación científica de los alumnos y la discusión crítica de los valores del profesor; m) la ciencia debe distinguirse de los valores, pero no está separada de ellos: una vez que se ha fijado una finalidad, la ciencia puede darse los medios más adecuados para conseguirla, puede predecir cuáles serán las probables consecuencias de la empresa, puede decirnos cuál es o cuál será el costo de la consecución del fin que nos hemos propuesto, podrá mostrarnos que ciertos fines en determinada situación de hecho, resultan irrealizables, de momento al menos, y también podrá decirnos que el fin deseado choca contra otros valores. En cualquier caso, sin embargo, la ciencia nunca nos dirá qué es lo que debemos hacer. ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo debemos vivir? Si planteamos estos interrogantes a la ciencia, jamás obtendremos respuesta porque hemos llamado a una puerta equivocada. La respuesta tenemos que buscarla en cada uno de nosotros mismos, siguiendo nuestra inspiración o nuestra debilidad. El médico puede curarnos, pero no es él, en cuanto médico, quien determina si vale la pena vivir o no.

El debate acerca de la objetividad

  • Weber distingue con nitidez entre conocer y valorar
  • La ciencia social es objetiva, en el sentido de que busca la verdad, trata de poner en claro cómo ocurrieron los hechos y por qué ocurrieron de esa forma y no de otra. La ciencia explica no valora
  • Esta tarea es importante para el profesor
    • El profesor debe saber con claridad cuando hace ciencia y cuando política
    • Exponer las ideas políticas desde la cátedra constituye un atropello
    • Las diferentes ideas políticas pueden servir para problematizar cuestiones que parecían evidentes
    • No tolerar considerar como verdad una opinión personal o subjetiva
    • La especialización no permite hacer un profetismo pedagógico
    • Es fácil ser reformador cuando uno no se enfrenta a las fuerzas reales en tensión
    • Es una deslealtad ante los alumnos señalar las opiniones personales cuando los demás deben guardar silencio
    • El profesor cuando ocupa la cátedra debe estar al servicio de la verdad y no de grupos de presión o de poder
    • El aula no puede ser un lugar de debate ideológico
    • Indicar a los alumnos qué son afirmaciones científicas y qué opiniones personales
    • El profesor tiene dos deberes, primero, ser científico y enseñar a serlo a los demás, segundo, tener el valor de poner en discusión sus propios valores personales
    • La ciencia nunca nos dirá qué debemos hacer o cómo debemos vivir, eso escapa a la misma ciencia


 

Espero les sirva.

Saludos cordiales para todos los que tienen la paciencia de compartir, dialogar o debatir nuestras ideas.

Rubén

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