sábado, 24 de enero de 2009

Los elementos esenciales


En los tiempos modernos todos hemos sufrido en la escuela con los elementos de la tabla periódica química. Los científicos han podido agrupar aquellos elementos por su número atómico. Estos elementos sirven de base para estudiar el complejo mundo de los compuestos químicos. Sus aplicaciones desde el campo de la medicina hasta la industria son de gran importancia para la vida cotidiana de cualquier ser humano.

En los tiempos antiguos el conocimiento de los elementos tuvo un significado más profundo. Si bien de manera más sencilla, los antiguos consideraron que todas las cosas estaban compuestas de tierra, aire, fuego, agua. Según el elemento que predominaban las cosas podían ser duras, calientes, líquidas o gaseosas. Algunos consideraban que los elementos estaban en lucha entre sí, y colocaban el predominio en el fuego (Heráclito), otros lo veían armonizarse en todas las cosas. Cada una estaba compuesta de todos aunque mezclados de tal manera que uno predominaba sobre los demás (Anaximandro). Aristóteles consideró que el mundo estelar que era inmutable y tan distinto para él al mundo terrestre, cambiante de por sí, estaba compuesto por un quinto elemento llamado éter. Este quinto elemento se repite en la cultura hinduista y japonesa como el vacío.

Los cuatro elementos también se encuentran en el hombre. De acuerdo a Galeno, estos elementos fueron usados por Hipócrates cuando describía el cuerpo humano con asociación a los cuatro humores:

Cada elemento predomina de un modo especial en cada hombre constituyendo su carácter. Así está el hombre de fuego, irascible por demás; el hombre de tierra melancólico y profundo; el hombre de aire, alegre y liviano; el hombre de flema o agua, transparente y sereno.

Los cuatro elementos asociados al quinto sirvieron para que los pitagóricos colocaran sus iniciales en la música escrita en pentagrama y encontraran en el universo una armonía de elementos numérica y musical.

Lo cierto es que estos elementos han seguido estudiándose tanto en los ámbitos filosóficos y en el mundo artístico a lo largo de la historia.

A diferencia de los elementos químicos, estos elementos armonizan el alma. El fuego de una hoguera, la brisa en el rostro, la tierra y sus paisajes, el agua en sus manifestaciones de mar, río, laguna, producen en quien los contempla una armonía interior. Nuestro tiempo utiliza mucho los elementos químicos y poco los elementos antiguos.

Quizá si nos tomáramos el tiempo para armonizarnos con la tierra, el fuego, el aire y el agua a través de una contemplación amorosa necesitaríamos menos elementos químicos en nuestra ingesta cotidiana de remedios contra la gastritis, el stress y la depresión. Para poder armonizar los cuatro elementos necesitamos del quinto que se encuentra en nuestro interior: el amor. Amarnos a nosotros mismos, amar la naturaleza y a quienes nos rodean puede ser una buena forma de comenzar a descubrir los elementos esenciales. Será que Tales de Mileto, Anaximandro, Heráclito, Parménides, Platón y tantos otros, tienen mucho que decirnos todavía.

Podemos probar esta semana de disfrutar un poco de nuestros paisajes, dejarnos seducir por el ruido del agua, por su frescura, admirarnos del sol que nos calienta e ilumina, por la hermosura de la madre tierra con su explosión de vida y dejar que la brisa nos manifieste el hermoso don de estar vivos.

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